2012/09/27

EL NOMBRE DE CORELLA



Del nombre de Corella se han dado variadas interpretaciones. De hecho, yo no sé si en el famoso Libro Guinness de Récords hay un epígrafe dedicado al nombre de población con mayor número de etimologías, pero si lo hubiere, seguro que Corella podría aspirar a figurar en sus páginas. Además, cada vez que un folleto o un artículo trata de explicar la historia de Corella suele aparecer toda la retahíla de explicaciones que sobre el nombre de Corella se han ido ofreciendo a lo largo del tiempo, sin presentar una mínima crítica de ellas y obviando que si se dan varias explicaciones alternativas una de ellas debería ser la correcta y las demás erróneas, aunque suele suceder también que de hecho todas las explicaciones dadas sean erróneas.
 
Pudiera parecer pretencioso que, como el lector intuye que voy a hacer, a continuación yo dijera: “En este artículo yo os propongo la verdadera explicación del nombre de Corella”. Y tal vez lo sea, pero en todo caso yo no me quiero salir de la esfera del pensamiento científico en la que toda verdad es provisional por definición. Se trata de buscar la explicación más económica y coherente con los datos históricos, arqueológicos y lingüísticos que disponemos. Por lo tanto voy a exponer la hipótesis en mi opinión más verosímil, que, además, nos sirve para entender algunos aspectos de la historia de Corella.
 
“Corella: Nombre de antigua villa o hacienda hispano-romana derivado del nombre de su propietario, Corellius”.
 
Esta es, en breve, la etimología propuesta por el filólogo Esteban NIETO BALLESTER en el libro Breve Diccionario de Topónimos Españoles, publicado en 1997. Según este autor el nombre se “ha formado sin sufijo sino tan sólo con formación femenina derivada, Villa Corellia [léase Vil-la Corel-lia], que fonéticamente ha evolucionado hasta Corella sin problemas de mayor relieve. El antropónimo y el topónimo derivado se encuentran en otros casos del tipo Coreglia Ligure (Génova, Italia), etc.”.
 
Este origen latino del nombre de Corella no presupone que antes de la llegada de las legiones romanas al territorio donde hoy se asienta nuestra ciudad éste no estuviera habitado, ni mucho menos. Los restos arqueológicos hallados en el término municipal, los llamados ‘talleres de sílex al aire libre’, son vestigios de un tipo de hábitat que perduró durante milenios. Consistía en asentamientos estables en el territorio de comunidades familiares productoras de gramíneas y carne, formados por cabañas aisladas de planta circular, rodeadas de estructuras de combustión y de silos donde se guardaban alimentos.
 
A partir del año 1000 a. E. este modelo de poblamiento cambió radicalmente y se generalizaron en el valle del Ebro y el área circumpirenaica los poblados de caserío agrupado con un urbanismo diseñado ya antes de levantar el poblado, que disponían de un sistema defensivo compuesto de murallas y fosos. Solían estar situados en altura, controlando el territorio, junto a las vías de comunicación fluvial y de intercambio de mercancías. Este tipo de poblamiento se asocia a la que los historiadores llaman “cultura de campos de urnas” y corresponde a la época denominada Edad del Hierro. También encontramos en nuestro término vestigios de este tipo de hábitat, en concreto en Araciel que, según el arqueólogo Javier Armendáriz Martija, es “uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la comarca tudelana”. Tal como explica este especialista en la Edad del Hierro en Navarra es muy probable que también en el casco urbano de Corella, en su núcleo medieval, estuviera ubicado un castro prerromano similar o incluso de mayor entidad que el de Araciel, puesto que las características topográficas son semejantes y el devenir histórico de ambos lugares fueron paralelos, aunque sin realizar sondeos arqueológicos urbanos esto no pueda ser verificado.
Reconstrucción virtual de la villa de Arellano (Navarra)
 
En el año 218 a. E. Roma desembarca en la península Ibérica e inicia su conquista. Pocos años después, en el 179 a. E. el cónsul Tiberio Sempronio Graco funda la ciudad de Gracchurris sobre el poblado indígena de Ilurcis. La ubicación de esta ciudad, que hasta no hace mucho era discutida, corresponde al yacimiento arqueológico de Las Eras de San Martín en Alfaro, todavía en proceso de excavación. El efecto más inmediato de dicha fundación, que suponía el asentamiento definitivo de Roma en el Valle Medio del Ebro, fue seguramente el abandono de los castros indígenas cuyos habitantes pasarían a engrosar el censo de la nueva urbe. En cualquier caso el modelo de ciudad romana era el de una comunidad cívica integrada por un espacio urbano donde estaban los edificios nobles y la administración y un territorio explotado intensivamente y muy habitado, con granjas y pequeños poblados. A partir del siglo I a. E. aparecen muchas villas que representan un modelo específicamente romano de explotación agraria. La villa consta de una parte edificada y del correspondiente terreno que es objeto de explotación desde ella. La parte edificada tiene una función residencial pues en ella viven el propietario y su familia y también los trabajadores de la hacienda y por otra una función productiva, pues puede albergar almacenes, lagares, etc. La villa, además de su implicación económica, tiene una implicación cultural, puesto que responde a un patrón que considera deseable la construcción de grandes residencias rurales en las que el propietario manifiesta su riqueza y su orgullo de clase. Con los siglos las villas tenderán a ser monumentales y a contar con objetos de lujo, mosaicos, etc., y con todas las comodidades de las casas de la ciudad. En este contexto no resulta extraño que las villas o posesiones agrícolas pertenecientes a una familia se designaran con un apelativo formado con el nombre del propietario, y de hecho este procedimiento fue el común a todo el Occidente romano.
 
Cronológicamente la forma primitiva de construir este apelativo era sin sufijación según la fórmula Villa Aemilia `hacienda de Aemilius´. De esta manera surgieron los apelativos Villa Marcella, origen del nombre de Marcilla, o Villa Corellia, origen del nombre de Corella. Posteriormente se impuso la utilización de sufijos posesivos y la misma idea pasó a ser expresada con la fórmula Villa Aemiliana. Un ejemplo de este tipo de denominación es Fustiñana, del nombre del propietario Faustinus. Con éste y otros sufijos son muchos los nombres de lugar derivados de nombres de personas que desde la época de la romanización han perdurado, más o menos modificados según la propia evolución de la lengua latina en las distintas regiones o como consecuencia del contacto con otras lenguas, hasta nuestros días, dando nombre a ciudades, pueblos y parajes rurales. También ha sucedido que como consecuencia del abandono o destrucción de las villas se haya perdido el nombre y que en lugares donde está documentada arqueológicamente la existencia de grandes villas romanas sólo se mantenga un genérico El Villar, como es el caso de Ablitas, o Los Villares, como en Falces.
 
El nombre de Corellius y su femenino Corellia están bien documentados en la literatura y la epigrafía latina tanto en las penínsulas itálica e ibérica como en las Galias. No podemos saber si el fundador de Villa Corellia fue un colono itálico o un indígena romanizado. Por los indicios lingüísticos podemos deducir que la fundación puede datarse en los primeros años del principado de Augusto, aproximadamente en el cambio de era. En Corella y Alfaro quedan vestigios de una centuriación, esto es la parcelación y la distribución de tierras en lotes de cien parcelas, que puede ser datada en la misma época y con la que puede estar relacionada. También data de época augústea seguramente la construcción de la Vía Romana cuyos vestigios han quedado fosilizados en la toponimia de Corella como La Calzada. Esta vía que unía Tarraco (Tarragona) y Asturica (Astorga) era, aunque hoy sólo veamos un camino rural, una verdadera autopista de la Antigüedad por donde circularon personas, mercancías e ideas, y que precisamente en el tramo de Corella, que unía las ciudades de Gracchurris y Cascantum, guarda una espectacular alineación totalmente rectilínea. En el término de Corella se han excavado varias villas y los vestigios del poblamiento romano son muy abundantes, aunque al parecer poco apreciados y las labores agrícolas están destruyendo muchas de las huellas de nuestros predecesores en el territorio.
 
Las villas romanas desaparecieron como modelo de explotación agrícola en el siglo V. A partir de ese siglo la inseguridad y el declive económico producidos por las invasiones de los pueblos germánicos y la desaparición de la administración romana en el Occidente del Imperio, hacen que se deshabiten muchas villas y que las poblaciones rurales vuelvan a ocupar los emplazamientos de los antiguos castros de la Edad del Hierro. Este proceso está documentado arqueológicamente en muchos lugares de Navarra y concretamente en Araciel. En Corella podemos suponer el mismo fenómeno. Los habitantes del entorno volverían a instalarse en el cerro cercano al río donde se ubicó el castro prerromano, que quizás conservaba aún algún resto de fortificación, pero siguieron manteniendo el nombre de la villa situada en sus inmediaciones, y fueron pasando los siglos hasta que el nombre de Corella según una evolución fonética normal quedó establecido tal como lo conocemos en los primeros documentos escritos que han llegado hasta nosotros, pues las variantes gráficas medievales Coreilla o Coreylla no suponen ninguna variación fónica, son sólo distintas formas de representar los mismos sonidos.
 
Los mismos sonidos que encontramos en los nombres de dos municipios italianos, Coreglia Antelminelli y Coreglia Ligure. Nótese que en italiano Sevilla se transcribe Seviglia, lo que nos indica que Corella y Coreglia representan el mismo nombre [Se puede comprobar cómo suena Coreglia en italiano en Google Translate, clicando en el icono del altavoz]. El mismo nombre de lugar con origen en el mismo nombre de persona, Corellius.
 
Coreglia Antelminelli está situada en la provincia de Lucca, en la región de Toscana y tiene 5225 habitantes, que son llamados coreglini. Coreglia Ligure pertenece a la provincia de Génova y la región de Liguria. Tiene 275 habitantes cuyo gentilicio es coregliesi. Ambas localidades están hermanadas desde el año 2005 y desde entonces se organiza una reunión anual entre las dos comunidades, siempre en verano entre julio y agosto. Alguien debería avisarles que en Navarra tienen una ciudad tocaya, y que aquí las fiestas empiezan el 23 de septiembre. Tal vez se animen y podamos quedar, corellanos, corellini y corellesi, a tomar unos vinos.
Vista de Coreglia Antelminelli (Toscana, Italia)

2012/06/27

La gaita navarra en Corella



La primera y de momento más antigua mención a la gaita en Corella la encontré en el libro de Manuel García Sesma “Investigaciones históricas sobre Fitero”, en el que, al dar noticia de las actividades de las cofradías de Fitero,  recoge el dato de que en 1652 la cofradía de San José contrató además de al gaytero del pueblo a dos gaiteros de Corella. Dice también que además de los gaiteros, se solían llevar de fuera para las fiestas de San José algunos danzantes. En este caso no sabemos si eran también de Corella, aunque bien podría ser, puesto que sabemos que por aquella época acudían a Pamplona dantzaris de Corella, Cascante y otros pueblos a bailar en la procesión de San Fermín.


Posteriormente, por gentileza de Alberto Azcona, he tenido la ocasión de examinar el libro de la cofradía de San Juan Bautista de Corella con datos que van de 1765 a 1872 y en él aparecen consignados pagos al gaitero desde el año 1780  hasta el año 1864. Entre 1783 y 1819 aparece prácticamente todos los años y llegó a suponer un gasto importante, pues se pasa de pagar 8 reales fuertes en 1783 a entre 10 y 12  de 1787 a 1791, y entre 24 y 32 desde 1793 a 1819, pagándose 40 reales fuertes en 1815, 1816 y 1864. Tengamos en cuenta que la cuota anual de los cofrades en las primeras décadas del siglo XIX era de un real y medio fuerte y la leña que se utilizaba para la hoguera costaba 3 reales fuertes. Como dato curioso, las cuentas del año 1793 especifican “Al gaitero porque así lo pidió la Hermandad...24 r. f.”, y teniendo en cuenta que el año anterior no consta pago al gaitero y de 1791 a 1793 se pasa de un abono de 10 reales fuertes a un abono de 24 reales fuertes, debió suceder que aquél año de 1792 el Alcalde no quiso contratar al gaitero por parecerle excesivo el dinero que pedía, pero ante la petición expresa del conjunto de los hermanos se volvió a requerir su servicio a partir del año siguiente. A partir de 1820 y hasta 1857 sin embargo, se pierde la referencia al gaitero y el pago se consigna “a los músicos”, especificándose en 1848 que se paga a “Ramón Gómez por subir el santo con música”. A partir de 1858 aparece la referencia a “la Orquesta”, aunque en 1864 aparece por última vez el pago “al gaitero por sus honorarios” de 40 reales fuertes.



Sin duda el estudio de los libros de otras cofradías nos darían más datos, también interesantes de la presencia de la música de la gaita en los festejos que organizaban en la fiesta de sus patronos. Otra cofradía, por ejemplo, en la que la gaita ha estado muy presente hasta hace poco es la de San Pascual Bailón. El historiador Juan Cruz Labeaga dice al respecto: “Los cofrades bailaban por turno durante la procesión del día de San Pascual Bailón, 17 de Mayo, al son de melodías de gaitero. También bailaban los chicos y muchos de ellos cubrían sus cabezas con flores amarillas”. Todavía no hace muchos años se recurrió a la megafonía transportada por un coche para acompañar la procesión del Santo con música de gaita... aunque fuera “enlatada”.

La gaita está sin duda unida a la fiesta en la Ribera desde hace muchos siglos y durante muchos siglos. Todavía en 1933 el gran etnógrafo ablitero Pedro Arellano Sada escribía en “Folklore de la Merindad de Tudela”: “Hasta hace pocos años, era costumbre en algunos Ayuntamientos, y especialmente en el de Ablitas, traer una banda de dulzaineros para que alternase con la banda de música local y de esa forma, no se daba lugar a que la gente permaneciese ociosa en el baile”.

Recientemente se ha cumplido el 25º aniversario del nacimiento del grupo Gaiteros de Tudela, que tanto ha hecho por la recuperación de este instrumento navarro tan enraizado en nuestro folklore. Es una pena que en Corella, que ha dado tan buenos músicos, no salga también un grupo de gente que se anime a recuperar la buena fama de los Gaiteros de Corella.






Más información sobre la gaita en web.jet.es/gaita.navarra y www.gaiterosdetudela.com

2012/06/21

Apuntes sobre antroponimia medieval .2.


   En el año 2005 el fiterano (aunque nacido en Madrid) Serafín Olcoz Yanguas publicó, editado por el Gobierno de Navarra, el libro titulado Memorias del Monasterio de Fitero del Padre Calatayud. Se trata de la edición crítica y notas de un memorial histórico redactado en el siglo XVIII por el hondarribitarra Manuel de Calatayud y Amasa, abad del monasterio en dos periodos entre los años 1736-1740 y 1752-1756.
   En esta historia del monasterio de Fitero se reproducen a la letra muchos privilegios del cenobio. Serafín Olcoz maneja una cantidad enorme de datos y referencias, corroborando o discutiendo la información aportada por el Padre Calatayud. Algunas afirmaciones de Serafín Olcoz han sido objeto de controversia, como podemos ver en  los artículos de Marisa Melero o Cristina Monterde y otros.  No se nos escapa la complejidad  de la documentación estudiada y por nuestra parte no pretendemos entrar en ninguna polémica, sólo queremos hacer una pequeña precisión de detalle a un dato relacionado con la  antroponomía medieval.
   En la nota  507 de este libro, p. 406, al reseñar los datos referentes a una persona que realizó una permuta de heredades con Raimundo, abad de Niencebas, y los frailes de aquel lugar, dice textualmente “Sancho Moza o Muza (seguramente de origen musulmán)”. En la nota siguiente nos ofrece el texto del documento tal como fue transcrito por Cristina Monterde Albiac en su tesis doctoral El Monasterio de Santa María de Fitero, Siglos XII-XIII”, publicada en Zaragoza el año 1978, que corresponde a una escritura fechada antes del 1 de agosto de 1151. El nombre aparece registrado con la grafía Sancio Moza (en ningún caso Muza). Los fiadores de esta permuta que se hace acogiéndose al fuero de Tudela son Petro Sanz de Corela y Sancio Fortuniones de Eisauer por parte del abad Raimundo y sus frailes, y Petro de Filera y Sancio Sanz por parte de Sancio Moza y sus hijos. Las heredades estaban ubicadas en Cascante (Cascando) y Cintruénigo (Centronico). Los testigos fueron Eneco Fortunones, Semen Zabata, Garcia Sanz de Tutelen y don Paschal Sanz de Mosquarola. Nada suena a arábigo en el documento.
   Motza, con grafía Moça, Moza, Mocha y similares es un sobrenombre euskérico ampliamente documentado en época medieval en Navarra y regiones vecinas. Luchaire lo incluía en el artículo citado en el post anterior, aunque no lo había localizado en el cartulario de Fitero.


   En mi artículo “Antroponimia medieval euskérica en la Ribera Tudelana” se recoge un Sancho Moça documentado en 1158 en Tudela. Puesto que aparece en la documentación de Fitero en los años 1151 y 1157, debe tratarse de la misma persona. Cristina Monterde recoge también la variante gráfica Mozca en algún manuscrito.
   En este contexto nada nos sugiere un posible origen musulmán para Sancio Moza. Semen, Eneco, García, Sancho… son nombres que podríamos denominar navarros, en sentido etimológico, y si atendemos a los topónimos que indican procedencia, además de los relativos a las villas cercanas al monasterio, encontramos un Eisaver (en Sancio Fortuniones de Eisaver) que con casi total seguridad hace referencia a un Etsaberr(i), de etsa-, variante en composición de etse `casa’ y berri `nuevo/a’, a todas luces euskérico y tal vez antecedente del actual Javier.
   Este espúreo Muza de origen musulmán nos parece que está relacionado con otra asombrosa afirmación de Serafín Olcoz. En el libro Fitero Cisterciense del Monasterio a la Villa (Siglos XII-XV), editado por Tracasa y M.I. Ayuntamiento de Fitero en 2008 (que se puede descargar aquí) afirma que el valle del Alhama fue repoblado por mozárabes a principios del siglo XII.
   Lo afirma así en la Introducción, p. 19, “se repobló el valle del Alhama con mozárabes procedentes de Granada (Andalucía)”, y con más precisión en la página 68, nota 237: “El castro de Tudején, como todo el valle del Alhama, fue reconquistado por Alfonso I el Batallador tras haber quedado en su poder Tudela, en 1119. Poco después, en 1126, repobló este valle con mozárabes que trajo desde Granada (Andalucía) y es posible que alrededor de esta fecha dotase a los vecinos de Tudején del fuero de Tudela, que parece ser una evolución de los fueros de Sobrarbe. En los primeros documentos del cartulario del monasterio de Fitero se ve que las transacciones se hacían bajo este fuero tudelano, a veces denominado como fuero de la tierra, hasta poco antes del asentamiento de los cistercienses en Tudején, en 1152”.
   Esta afirmación es pura invención, sin ningún fundamento serio. Olcoz podría aducir un diploma dado en Alfaro en agosto de 1926, por Alfonso I “el Batallador” en que otorga fueros a los mozárabes traídos de su expedición a Granada, con diversas prerrogativas judiciales, fiscales, económicas y militares. Pero no hay nada en este documento, como se puede ver aquí, que haga suponer que aquellos mozárabes fueran instalados en el valle del Alhama.  Y desde luego el hecho de que esta carta haya sido otorgada in uilla que dicitur Alfaro no representa ningún indicio de que aquellos mozárabes fueran asentados en dicho valle.

   La documentación del monasterio de Fitero como hemos dicho es compleja pero muy interesante para el estudio de la historia de nuestra comarca. En fin, no será esta la última vez que nuestro foco de atención se acerque a la villa de las tres mugas.

2012/06/20

Apuntes sobre antroponimia medieval .1.



Denis Jean Achille Luchaire (1846-1908) fue un historiador medievalista y filólogo francés al que los estudios vascos deben un gran reconocimiento por su ingente trabajo. En dos libros, Les origines linguistiques de l'Aquitaine (1877) y Études sur les idiomes Pyrénées de la région française (1879) y en un gran número de artículos en revistas científicas dejó plasmadas sus investigaciones sobre la relación entre el euskera y la lengua de las inscripciones de la antigua Aquitania por una parte y entre el euskera y la lengua gascona por otra. Estas investigaciones han sido altamente apreciadas por los filólogos vascos, y por ejemplo el profesor Koldo Mitxelena, además de consignar algunas de sus aportaciones, hace una alabanza explícita de su obra: “Achille Luchaire, que además de hacer la historia de la lengua vasca en periodos decisivos, nos enseñó cómo hacerla a los demás, sobre todo por lo que se refiere a la Antigüedad y a la Edad Media” (Obras completas, V, 190).
En un artículo publicado en 1881 en la Revue de linguistique et de philologie comparée de Paris y titulado “Sur les noms propres basques contenus dans quelques documents pyrénées des XIe, XIIe et XIIIe siècles”, Luchaire estudió los nombres de persona euskéricos que pudo encontrar en los documentos medievales del área circumpirenaica occidental.  Muchos de estos nombres los encontró en los legajos del Archivo del Reino de Navarra, como él dice, en Pamplona, donde pudo revisar diversos cartularios medievales, entre ellos el cartulario del monasterio de Fitero, en un manuscrito del siglo XIII, según nos cuenta.

Estos son los nombres de persona euskéricos que encontró en dicho cartulario:

AMA SEMENA, donde encontramos ama ‘madre’. Cart. de Fitero, fº 11, finales del s. XII. Luchaire lo compara con mater usado como nombre propio en el cartulario de Sainte-Foy de Morlaas: uxorem Matrem Brune. Por otra parte, aunque Luchaire no lo explica, Semena es una feminización romance de Semeno, compuesto de seme `hijo’ y sufijo –no formador de nombres hipocorísticos y diminutivos, equivalente por tanto a `hijito’, `hijita’, pero aquí ya con un uso des-semantizado.
GARCIA OCHARR, con ozar (oxar, ochar) `perro’. Cart. de Fitero, fº 48, 1174. García es también de origen euskérico, de gartzea `joven’, pero como en el caso anterior de uso muy amplio como nombre propio. "Existe un término conocido en labortano (con inclusion del baztanés) y en bajo- navarro, ozar 'perro', con valores adjetivos que parecen claramente secundarios como 'arrogante, desabrido', etc. Si se recuerda que de una parte (h)or 'perro' -vivo todavía- ha sido común a todas las variedades vascas y de otra que za(h)ar, xa(h)ar 'viejo, viejito' es de uso general como segundo miembro de compuestos con matiz afectivo, se  impone como muy atractiva la idea de que ozar no fue en un principio más que un compuesto con valor aumentativo, algo así como 'perrazo' cuyo diminutivo *oxar parece estar atestiguado por el antropónimo medieval Oxarra. (En nota: Como ya vio Luchaire: "Sur les noms propes basques...")". Koldo Mitxelena, Obras Completas, V, 62-63 

JOHANNES GUCHIA, donde guchia equivale a `pequeño’. Fitero, fº 48 vº, finales del siglo XII.
GARCIA ZAPATA, Cart. de Fitero, fº 28, escritura de 1194. Zapata ‘zapato’ es, claro está, préstamo del romance, lo cual puede hacer surgir alguna duda sobre su inclusión en esta lista.

Que estos nombres aparezcan en los documentos del monasterio de Fitero no quiere decir estrictamente que sus portadores fueran habitantes de la villa de Fitero, que como tal no se desarrolló hasta el siglo XIV, o de su antecesora la villa de Castellón en cuyo solar, a orillas del río Alhama, se erigió el monasterio de Fitero después de unos años de asentamiento en el lugar vecino de Nienzebas. En general son nombres de personas relacionadas con el monasterio al haber participado en actos de compraventa, en donaciones, etc., como parte o como testigos de ellas. Pueden ser vecinos de los pueblos de alrededor o más lejanos. Forman parte seguramente del contigente de repobladores euskaldunes que se instalaron en esta parte del valle del Ebro a partir del año 1119.

La onomástica citada por Luchaire puede verse ahora en: Cristina Monterde Albiac Colección diplomática del monasterio de Fitero (1140-1210), Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1978.