2017/11/14

PEDRO ARELLANO SADA

El movimiento euskaltzale del primer tercio del siglo XX en Nabarra, tuvo también su reflejo en la Ribera. Representante de esta inquietud fue el ablitero Pedro Arellano Sada que publicó en el “Anuario de Eusko-Folklore” del año 1933 el artículo Folklore de la merindad de Tudela. En aquel artículo se recogen elementos del habla, los juegos y las danzas de los pueblos más meridionales de la Ribera. En él afirma: "El ya floreciente Renacimiento de la Cultura Vasca ha encontrado eco en aquel apartado rincón del País, y hay personas que se preocupan en recoger y conservar el espíritu del pueblo que lo habita. Aquí os expondré mi modesta contribución a estas tareas".

Fue Pedro Arellano una persona excepcional (1). Nació en Ablitas en 1897, de familia humilde y a los trece años tuvo que dejar la escuela, para dedicarse al trabajo del campo. Realizó los trabajos típicos del jornalero ribero y como a muchos braceros le tocó marchar a segar a la Montaña o a Soria (2), e incluso llegó a trabajar abriendo la vía del ferrocarril en Andoain. A los dieciocho años consiguió matricularse en Zaragoza y realizar los estudios de magisterio, gracias a la ayuda de un particular de Ablitas. Tras trabajar en diversos lugares volvió a matricularse en la Universidad de Zaragoza, cursando la carrera de Historia, que finalizó el año 1929. Siguió trabajando de maestro, siendo destinado a Salinas de Añana. La estancia en este pueblo alavés le dio ocasión de preparar el trabajo ”Salinas de Añana, a través de los documentos y diplomas conservados en su archivo municipal”, publicado por la Revista Universidad de Zaragoza. Al año siguiente volvió a la Ribera, ejerciendo de maestro en Castejón. Colaboró en esta época en el periódico La voz de Navarra, donde publicó algunas poesías. Tuvo amistad con J. M. Barandiarán y el P. Donostia, con el que colaboró, con su hermano Félix, para la recopilación de algunas melodías populares. En la presentación del “Anuario de Eusko-Folklore” del año 1933, Barandiarán hace la siguiente reseña de los trabajos del “Laboratorio de Etnología y Eusko-Folklore”: “Un gran acontecimiento en el campo de la Etnografía vasca fue la celebración de los cursillos de verano en Vitoria a principios del mes de Septiembre, organizada por la Sociedad de Estudios Vascos. Gran parte de las materias tratadas en ellos era de folklore vasco. En este ANUARIO publicamos una de aquellas lecciones explicadas por nuestro colaborador D. Pedro Arellano”.

Aquel artículo de 68 páginas, que en principio era sólo el comienzo de una tarea que tenía previsto continuar, ha resultado fundamental para conocer una parte del folklore de la Ribera que de otra forma se hubiera perdido en el olvido.

Escribe en una Advertencia preliminar: ”No se trata aquí de hacer un estudio completo del folklore de esa región; cosa imposible de realizar por ahora, ya que la riquísima cantera está tan sólo comenzada a explotar. No obstante trataré de dar, a través de los datos recogidos, una visión lo más completa posible de los caracteres folklóricos de aquella comarca. La labor, pues, no ha hecho más que iniciarse; pero existiendo el decidido propósito de continuarla, y contando con la valiosa ayuda y las sabias orientaciones del Laboratorio de Eusko Folklore, poco a poco irán saliendo a la luz otros trabajos sobre el mismo tema que, en definitiva, completarán y abarcarán completamente su contenido”.

Pero para entonces estaba ya Pedro Arellano con un pie en Euskal Herria y otro en Cataluña, a la que tuvo que trasladarse por motivos laborales al ingresar, por oposición, en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en 1931. “Una nueva etapa comenzaba para su vida. Se llevaba de su Navarra natal la dureza de sus años mozos, la fortaleza de su espíritu, la música popular, el folklore -cantaba la jota de la Ribera como los buenos-, su conocimiento del vasco, su ya naciente familia numerosa”, se relata en una nota necrológica publicada en la revista Biblioteconomía, a su muerte (3). La dedicación a su nueva profesión, la situación social y política emanada de la guerra, etc., truncaron la labor que se había propuesto, pero no su amor a su tierra y al euskera (4).

Notas:
(1) Ver una semblanza más completa en ARANA PALACIOS, JESUS, “Pedro Arellano Sada. Un bibliotecario navarro en Cataluña”, en CEEN, nº 68 (1996), pp. 191-211.

(2) En su trabajo sobre el Folklore de la Merindad de Tudela dice “suelen acudir algunos jornaleros de estos pueblos de la Merindad, a realizar esa faena (la siega)”, y describe una costumbre singular que practicaban al pasar por el pueblo de Agreda: “Antes de llegar al pueblo, la carretera alcanza la altura de una sierra, y en el punto en que se inicia el descenso, existe un montón de piedras al que denominan La Salve. Todos, al pasar ante él, cogen una piedra del suelo y la arrojan al montón rezando una Salve. Lo propio vuelven a repetir en otra Salve situada más arriba de Agreda, en lo alto de la sierra que sirve de divisoria a las aguas del Ebro y el Duero”. Una costumbre similar documenta J. Mª Satrustegi en el dolmen de Elormenta, en “Haitzuloetako Euskal Mitologia”, CEEN, nº 68 (1996), p. 168.

(3) MATEU Y LLOPIS, ANDREU, “Pedro Arellano y Sada (3 agosto 1897 - 19 marzo 1959)”, en Biblioteconomía, nº 49, (1959), pp. 33-39.

(4) ARANA PALACIOS, “Pedro Arellano Sada”, p. 198: “También dice (Mateu y Llopis) que se llevó de su tierra natal su conocimiento del vasco, extremo éste que no he podido confirmar, aunque según confesión personal de una de sus hijas, a Arellano le gustaba emplear en su casa con sus hijos expresiones en euskera”.