2020/05/06

YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE LA TORRECILLA


Hace 25 años, el 18 mayo de 1995, tuvo lugar en Corella un descubrimiento arqueológico de suma importancia. Incompresiblemente, el Ayuntamiento de Corella había autorizado la extracción de gravas para las obras de construcción del puente de los Cuatro Caminos sobre la carretera de Pamplona a Soria, en un lugar cuyo valor arqueológico era de sobra conocido. Cuando la pala excavadora empezó a destrozar los vestigios milenarios de una antigua población “corellana”, solo el celo de un empleado municipal, Eugenio Alduán Ochoa, consiguió detener aquella destrucción de nuestro patrimonio cultural.

La noticia se extendió rápidamente, despertando la curiosidad de todos los corellanos. Diario de Navarra publicó unos días después un artículo dando cuenta del descubrimiento bajo el titular “Habitáculo funerario de la época romana descubierto en Corella”. Además de informar del hallazgo de un recinto funerario, daba cuenta de algunos antecedentes: “[Estas tumbas] podrían pertenecer al antiguo poblado romano de La Torrecilla establecido entre los siglos I al IV. Precisamente en la última excavación que se hizo en 1954, se obtuvieron restos de cerámica, bronces y monedas de esta época, algunos de los cuales forman parte de la colección arqueológica de la Fundación Arrese”.

Nunca sabremos cuánto se destruyó ni su importancia, pero lo que se salvó resultó ser una joya arqueológica. Tras una primera estimación de los técnicos del Gobierno de Navarra se decidió realizar una excavación de urgencia que fue dirigida por el arqueólogo tudelano Juan José Bienes. Esta excavación se realizó entre el 5 y el 27 de Junio y la sucinta memoria de aquel trabajo se publicó al año siguiente en la revista Trabajos de Arqueología Navarra. La excavación comenzó por la estructura más importante que resultó ser la cripta, excavada en la grava, de un edificio funerario romano, fechable en los siglos IV-V. Está construído en ladrillo, y es de planta rectangular en el exterior y polilobular en el interior, dentro se sitúan cuatro sepulturas que conservaban restos humanos, con escasos ajuares (tres anillos–sello de cobre y un par de pendientes). No aparecieron indicios cristianos. El edificio fue reutilizado en épocas posteriores, siendo utilizado como vivienda en época islámica, al menos hasta el siglo X. En el exterior se descubrieron una gran cantidad de enterramientos en fosa, la mayoría de los cuales quedaron sin excavar. Algunos al parecer correspondían al ocupamiento del enclave en época medieval. También se constató la cimentación de un edificio, del que resultó muy difícil precisar su función. Si quieres leer el artículo de Juanjo Bienes, memoria de la excavación de urgencia realizada, clica aquí.

El descubrimiento de este mausoleo tardorromano en lo que ya para entonces se conocía como “la necrópolis de la villa romana de La Torrecilla de Corella”, revalorizó este enclave arqueológico y en 1997 la institución Principe de Viana inició el proceso para que el Mausoleo y su entorno fueran declarados Bien de Interés Cultural. En base al informe de dicha Institución se incoó el expediente preceptivo (Orden Foral 134/1997, de 21 de abril, publicada en el BON nº 59 del 16 de mayo de aquel año).


Por Decreto Foral 115/1999 de 19 de abril, el Gobierno de Navarra declaraba Bien de interés Cultural (B.I.C.) la Zona Arqueológica del Mausoleo de La Torrecilla. Esta es la figura superior de protección de nuestro patrimonio cultural y arqueológico. Los yacimientos incoados o los ya declarados B.I.C. cuentan con un grado 1 de protección, aplicable a yacimientos de valor excepcional y especial interés.

En las áreas a las que se asigna este grado únicamente se permiten actividades de índole arqueológica o patrimonial quedando prohibido cualquier otro uso o tipo de actividad agrícola, industrial, urbanística, de extacción de áridos o realización de infraestructuras, excepto los destinadosa la protección, difusión y estudio del propio yacimiento.

Esta actuación del Gobierno de Navarra ya nos está dando cuenta de la importancia de este yacimiento arqueológico. En nuestra comarca sólo encontramos con esta categoría, además de La Torrecilla, el Castillo y monte de Santa Bárbara en Tudela, la Zona Arqueológica de el Alto de la Cruz en Cortes y la Necrópolis El Castillo en Castejón.

Aún así la Zona arqueológica del Mausoleo sufrió un fuerte impacto con la construcción de la Variante de Corella en el año 2009. Según la información de Diario de Navarra (DN 26 agosto 2009, p. 22) la destrucción de una parte del entorno arqueológico del Mausoleo fue paliada con trabajos arqueológicos que duraron dos meses y medio. Según esta información firmada por Jesús Manrique, “los restos, fundamentalmente esqueletos humanos, muros, pozos y alguna cerámica, fueron estudiados y retirados por Príncipe de Viana”. No se ha publicado ninguna memoria de dicha intervención.

Trabajos arqueológicos en 2009. Fuente: Diario de Navarra

Posteriormente, en 2019 se procedió a la renovación de un tramo de la antigua línea de ferrocarril Soria-Castejón, para adaptarlo como tramo de pruebas, que ha incidido también en la zona incluída en la Declaración de Bien de Interés Cultural, pero no se ha informado de ninguna acción preventiva. El ferrocarril fue otra de las infraestructuras que afectaron al yacimiento en los años de construcción de la línea férrea. Se cuenta que los trabajadores, cuando estaban abriendo las trincheras de la nueva línea en esta zona, encontraban vasijas completamente intactas que estrellaban contra el suelo con la esperanza de encontrar algún tesoro.

Además de las carreteras y el “camino de hierro”, la construcción de la subestación eléctrica (STR CORELLA de Iberdrola) y de una granja avícola en los años 60 han destruído gran parte del yacimiento, habiendo quedado desfigurado el paisaje primitivo. También ha sido severamente expoliado. Los que ya vamos siendo más jóvenes de espíritu recordamos los numerosos detectores de metales que han “barrido” este término. Hoy día incluso los restos del Mausoleo se encuentran prácticamente abandonados y sólo tiene un difícil acceso desde la variante.

Pero este enclave de la Torrecilla  estuvo habitado durante miles de años. Desde un punto de vista ecológico este lugar tiene unas condiciones muy apropiadas para el hábitat humano en la Antigüedad: Está situado en una terraza fluvial sobre el Alhama, protegido de las posibles inundaciones de un río de caudal irregular. Es un lugar bien provisto de agua por las surgencias de los manantiales de Balbiné y la Fuente de Santa Ana. Ha tenido siempre un acceso fácil a la vega, cuyo vestigio es el Camino a Cascante que todavía podemos ver. Dispone de amplias llanuras apropiadas para la ganadería y terrenos en la vega para la agricultura. No es extraño pues que podamos datar los primeros habitantes de este entorno en al menos hace 4000 o 5000 años, según los vestigios de los que disponemos.

La importancia arqueológica de este lugar ya era conocida a principios del siglo XX. Julio Altadill, historiador y vicepresidente de la Comisión de Monumentos Históricos de Navarra, en su libro De re geographica-histórica. Vías y vestigios romanos en Navarra, publicado en 1923, fruto de 15 años de intenso trabajo, al hablar de Corella recoge la noticia de haberse hallado ”pozos y grutas o cuevas artificiales, arqueadas con bóvedas de ladrillo muy bien trabajadas, en las cuales se han encontrado anforitas y otros recipientes íntegros, como también varios materiales de alfarería para construcción, siendo muy notables unas tejas especiales de barro cocido con toda perfección, de 50 por 40 centímetros, planas pero provistas de unos rebordes y apéndices muy ingeniosamente dispuestos para la sujeción en el tejado y para el vertido de aguas, procediendo todo ello del término de la Torrecilla”.

Imagen de Google Earth


Pero fue en la posguerra cuando se realizaron dos campañas de excavación, en los años 1941 y 1946, por iniciativa de José Luis Arrese, autoproclamado Comisario Local de Excavaciones de Corella, junto a los arqueólogos Julio Martínez Santa Olalla y José Maná, que abarcaron todo el término municipal, sobre todo en Mélida y la Torrecilla. Posteriormente en 1954 se llevó a cabo otra excavación bajo la dirección de Mª Ángeles Mezquiriz en el término de la Torrecilla, centrada casi exclusivamente en los hallazgos de Terra Sigillata que era el tema de la tesis doctoral de la posteriormente directora del Museo de Navarra.
Como los hallazgos de aquellas excavaciones así como los de las “innumerables prospecciones” realizadas por el propio J. L. Arrese se hayan en poder de la Fundación Arrese, en las Salas de Arqueología de la Casa-Museo Arrese, también declarada Bien de Interés Cultural, en el año 1993, seguiré el Catálogo de la Colección de Arqueología de la Fundación Arrese, editado el año 1978, para trazar a grandes rasgos el devenir histórico del enclave que hoy conocemos como La Torrecilla.

En la Vitrina nº 4 (pp. 29-34) que el Catálogo designa como “Del Paleolítico corellano” se encuentran expuestas 15 piezas líticas encontradas en el término de la Torrecilla y 22 piezas líticas halladas en el Yeco de Balbiné. No se ofrece descripción de estas piezas. En la bibliografía sobre el tema se considera que el Yeco de Balbiné es un yacimiento al aire libre en el que se recogieron restos líticos del Eneolítico-Bronce, lo que nos podría llevar a una datación de 2.500 años a.E. A pesar de la escasez de restos el dato es importante porque demuestra una continuidad del hábitat durante unos 4.000 años. Es también un indicio de que en este lugar, donde en menos de 250 metros se han encontrado desde silex del Neolítico hasta cerámica medieval, incluyendo además Terra Sigillata y cerámica tipo Clunia de época romana, materiales de época visigótica y cerámica vidriada de época islámica, nos encontramos ante la perduración de un poblado prehistórico, que se convertiría en un vicus, pequeña aldea rural, en época romana, junto al que se construyó una uilla, quizás ya en época tardoantigua, y que fue evolucionando a través de los tiempos hasta probablemente la época moderna.

Aunque la arqueología debería refrendar nuestra hipótesis, el nombre de la Torrecilla procece de haber estado aquí una de las dos torres de vigilancia de las que la documentación medieval nos da cuenta.  Sabemos que completando el sistema defensivo del Castillo de Corella, situadas en lugares estratégicos y a una cierta distancia de la villa existían dos torres que ejercían labores de vigilancia y apoyo. Sabemos incluso el nombre de los alcaides que las guardaban en 1290, Aznar Yenéguiz y Fortún Yenéguiz. Muy probablemente uno de ellos era el alcaide de la Torrecilla, que no sabemos cómo se llamaría entonces.

Torre medieval. Dibujo de Ángel Elvira


Por los restos encontrados parece ser que el gran momento del poblado de la Torrecilla fue la época romana. Desde la fundación de Gracurris (localizada en la actual Alfaro) en el año 179 a.E. por el general romano Tiberio Sempronio Graco, el pequeño poblado de la Torrecilla quedó ubicado en el ager, en el territorio rural de aquella civitas, que promovida a municipio desde inicios de nuestra era conoció un gran desarrollo económico propiciado también por encontrarse a la vera de la gran “autopista” romana, la calzada que iba de Tarraco (Tarragona) a Asturica (Astorga), que nos ha dejado el fósil toponímico de La Calzada o “camino de los romanos”. Desde Gracurris partiría también una calzada secundaria que por la derecha del rio Alhama llegaría hasta Augustobriga (Muro de Agreda) y Numancia (Garray), antecedente del Camino Real de Pamplona a Soria.

Continuando con los restos de época romana en La Torrecilla, el Catálogo de la Fundación Arrese al presentar la Vitrina nº 6 (pp. 36-61) dedicada exclusivamente a “Terra Sigillata en Corella” menciona que este tipo de cerámica abunda en toda la comarca corellana y sobre todo en el término de la Torrecilla. Esta colección presenta piezas restauradas y fragmentos que abarcan una cronología desde el siglo I hasta el siglo IV. En el catálogo no se especifica la procedencia de todas las piezas, pero como este tipo de cerámica fue estudiado por Mª Ángeles Mezquiriz, en sus obras da cuenta de las procedentes de las excavaciones de 1954 en la Torrecilla. En el Catálogo se destacan una anforilla completa encontrada en el terraplen del ferrocarril por Bernardo Catalán, y un vaso de muy original molduración, compuesta de rosetas, columnas y ramas enguirnaldadas, datada entre los siglos III y IV. Si quieres leer el artículo de M. A. Mezquiriz “Aportaciones al conocimiento de la Sigillata Hispánica” clica aquí.

En la Vitrina nº 11 se agrupan materiales de diversas épocas. El grupo 2º (pp. 86 y 96-102) lo componen en su mayor parte materiales procedentes de la excavación de 1954. Se trata de un conjunto de astas votivas y varios conjuntos de cerámica de “tipo Clunia”. Esta cerámica, de tradición indígena, se data en los siglos II y III, y es exclusiva en Corella de este yacimiento. Está distribuida en dos bandejas, una con 23 piezas de cerámica rojo-pálida profusamente decorada en trazos negros hechos a pincel, y otra con treinta piezas decoradas a trazos lisos, más seis piezas sueltas heterogéneas, una de ellas decorada con formas similares a las que se ven en los vasos ibéricos de la cuenca del Ebro.

Las astas votivas están descritas como “conjunto de 4 astas de chivo de probable origen votivo como advocación a los Dioses Lares quizás en rogativa ganadera de la abundancia” y se explica que se encontró en el estrato de la cerámica de “tipo Clunia” un abundante conjunto de astas de chivo de probable origen ritual. Dice el autor del Catálogo: “Fueron halladas en gran cantidad, aunque solo se recogieron y se guardaron en esta vitrina cuatro de ellas. El hallazgo hizo suponer en un principio que estábamos en un cementerio ibero-romano, pero luego fue abandonada la idea porque nada o casi nada se encontró que pudiera afianzar este supuesto; escasos restos humanos de origen óseo (demasiados pocos para tratarse de un cementerio), ninguna urna cineraria ni tégulas protectoras ni lacrimarios, ni menos aún inscripciones funerarias, o simplemente alusivas”. Y busca su explicación como “amuletos del Lar campesino o entre las ofrendas impetratorias de la abundancia ganadera”. Ciertamente este hallazgo es singular y no he encontrado paralelos en la bibliografía arqueológica consultada, aunque los sacrificios de animales, caprinos entre otros, están atestiguados tanto en los rituales indígenas como en los romanos. Quizás una excavación más eficiente que la que se realizaba en aquellos años nos hubiera dado más pistas sobre su significado.

En esta misma vitrina, en el Grupo 3º (pp. 102-104), se reúnen unos pocos fragmentos de cerámica, algunos hallados en la Torrecilla, que el autor asigna a la etapa del Bronce II Mediteráneo (1500-1200 a. E) y a la cultura del Argar. Como toda la colección arqueológica, esto debería ser revisado por arqueólogos especialistas.

Todavía a época romana pertenecen varias piezas sueltas ubicadas en la Sala 4ª (pp. 119-124). Las halladas en la Torrecilla son la nº 2, Fuste de columna romana, que se encontró intacta algo más abajo del lugar donde se halló la Terra Sigillata, pero que se rompió, según el autor del Catálogo, por “el proverbial descuido de los peones”. Se discute la posibilidad de que se tratara de un miliario; la nº3, Tégula romana hallada en el paraje de Santa Ana, cercano a la Torrecilla. Buen estado de conservación. Es similar a la descrita por Julio Altadill, si no es la misma; la nº 6, Rueda de molino, labrada en arenisca del país. Posiblemente de origen Ibero o al menos correspondiente a la primera etapa de su romanización. Fue hallada por Benito Pérez Atienza, en las cercanías del terraplén abierto por el ferrocarril; Vitrina nº 15, nº 7, Gran plato-escudilla romano de barro blancuzco. Muy restaurado; nº 12, Conjunto de dieciocho fragmentos de vidrio romano, proceden de la Torrecilla y de otros lugares del término municipal.

Algunos datos más sobre hallazgos de época romana en la Torrecilla los da J. L. Arrese en su libro “Notas para una historia breve de la antigüedad local”, pp. 1163-1164. Cito textualmente: “Es indiscutible que en la Torrecilla (torre que existió hasta bien entrada la edad moderna) hubo un poblado romano; allí se han encontrado infinidad de restos de Terra sigilata, bien bonitos por cierto, un molino, un horno de calcinar, una columna y algunas monedas; y cuando se hizo la trinchera del ferrocarril aparecieron en ese lugar sepulturas romanas, ánforas y tégulas en abundancia. Poca duda hay, por lo tanto, de que la Torrecilla fue un baluarte situado para defender la margen derecha del Alhama”.

Además, el Museo de Navarra compró en el periodo 1991-1998 “una copa de plata tardo-antigua procedente de la Torrecilla (Corella)”.

Posteriores a la época romana el Catálogo recoge solamente dos grupos de piezas encontrados en La Torrecilla en las excavaciones de 1954. El primero (Vitrina nº 8, Estante nº2, Bandeja D, p. 71) se compone de 14 fragmentos de cerámica árabe vidriada moldurados en línea. Sus colores van desde el pardo oscuro hasta el siena y el verde oliva. Su datación parece ser tardía. El otro conjunto (Vitrina 11, Grupo 1º, Bandeja 5ª, pp. 91-92) lo forman 12 fragmentos de cerámica medieval toscamente trabajada.

Situación del enclave de La Torrecilla respecto a las ciudades vasconas del Sur del Ebro y de la Calzada Romana